Angelita Jeria

 
Ángela Jeria, María Eugenia Rojas, Directora, Luis Maira y Estela Ortiz, en la inauguración de la placa conmemorativa en la Escuela de Boedo de Buenos Aires, donde Manuel Rojas estudió. Fundación Manuel Rojas. Santiago de Chile, Julio 2020. 

Ha partido Ángela Jeria Gómez. «Angelita» como le decían sus más cercanos, se ha ido físicamente y con ella se marcha una parte importante de la Fundación Manuel Rojas y también una parte de la familia de Manuel.

Ángela integró primero el directorio de la Fundación y luego colaboró con su acostumbrada generosidad en nuestros proyectos y propósitos. Con su optimismo y entusiasmo estuvo siempre dispuesta a abrir las puertas que fueran necesarias para conseguir los objetivos que buscan difundir la vida y obra de su «Tío Manuel», como Ángela se refería al escritor. Porque ella formó y forma parte de la familia Rojas a partir de aquel fuerte lazo que creó Máximo, su padre, con Manuel hace ya casi un siglo.

Es en Buenos Aires, una tarde de 1921, cuando ambos se encuentran por primera vez. Durante un receso de la obra que ensayaba la compañía de teatro donde Manuel trabajaba de consueta, Máximo se acerca y le pregunta si él es el Manuel Rojas que figura en el programa. Manuel le contesta afirmativamente y Máximo le declara que ha leído unos poemas de su autoría publicados en una revista de Mendoza. Pocos semanas antes Manuel había estado en esa ciudad en la que se había re encontrado con sus antiguos compañeros anarquistas y uno de ellos le ofreció publicarle una selección de sus poemas en un número de la revista Ideas y Figuras dedicado completamente a ellos. Aquella sería su primera publicación monográfica.

Máximo Jeria

Máximo Jeria: «Se le admiraba vestido de blanco y delante de unas matas de plátano. Parecía un gerente de la United Fruit Company» (Manuel Rojas).

A partir de ese encuentro surge una amistad fraternal entre dos almas inquietas, errantes y vagabundas, cuyas aventuras se contaban mutuamente. Al poco tiempo, Manuel decide quedarse en la capital argentina junto a la actriz Dalila Barrios que abandona a su marido, un destacado actor de la compañía en la que trabajan, y ambos deben refugiarse y ocultarse de la policía. Es Máximo Jeria, entonces radicado en Buenos Aires y ocupado de empleado menor de la compañía Singer, quien se encargará de resolver el problema y conseguirles albergue. Viven juntos un tiempo en Bánfield y luego en Lanús, localidades cercanas a la capital argentina. Los pormenores de esos momentos serían narrados más tarde en la novela Mejor que el vino (1958), donde Máximo aparece con el nombre de «Patricio Reyes» junto a su señora (Ángela Gómez) y sus dos hijos pequeños: Alberto y Alicia. Sobre el lugar en que vivían los Jeria Gómez, Rojas dice: «A pesar de la modestia, casi de la pobreza, hay un ambiente de dignidad, de limpieza».

Manuel trabaja como linotipista, oficio que aprendiera en Chile poco antes, y decide enviar a un concurso su cuento «Laguna». Su amigo Máximo será el encargado de copiar a máquina ese primer relato que le permite obtener el tercer lugar y ganar la confianza necesaria para iniciar su trayectoria como narrador.

Máximo, diez años mayor que Manuel, había llevado una vida errante, al igual como la de su amigo escritor. Existencia vagabunda que, algunos años después, le servirá a Manuel para construir al personaje protagonista de su cuento más conocido: El vaso de leche (1927). Por eso, en una parte del relato, se dice: «Estaba poseído por la obsesión del mar, que tuerce las vidas más lisas y definidas como un brazo poderoso una delgada varilla. Aunque era muy joven había hecho varios viajes por las costas de América del Sur, en diversos vapores, desempeñando distintos trabajos…».

Sin duda por eso, Manuel elige perpetuar la figura de su amigo en la de un vagabundo algo extravagante que viaja con un par de tortugas y que se encuentra con Aniceto, protagonista de Hijo de ladrón, en la orilla del río Aconcagua:

Hablaba correctamente y debía ser unos siete años mayor que yo, años que representaban una gran porción de experiencia y de conocimientos. Cosa inverosímil: usaba lentes, y no lentes con varillas, de esos con los cuales uno puede correr, saltar, agacharse, pelear y hasta nadar, sino de esos que se sujetan a la nariz con unas pinzas que pellizcan apenas la piel…

Algo brotaba de él, clara y tranquilamente. Sus ojos, …eran también de poco brillo, aunque no azulencos, sino obscuros, castaños quizá, de pequeño tamaño, y cortas y tiesas pestañas, ojos de miope.

Los relatos de Máximo serán una fuente permanente para varios escritos del autor, al punto que éste llegará a decir que era uno de sus «más estimados colaboradores».

Pero no era solo el «espíritu inquieto» el rasgo que los vinculaba. También era la adhesión que ambos tenían al pensamiento anarquista y que Manuel había conocido durante su juventud en tierras argentinas. El deseo libertario de una sociedad fundada «en el amor y en el trabajo» los reunió aún más y los acompañó hasta sus últimos días.

A mediados de 1924, Manuel Rojas vuelve a Chile, y, en septiembre de 1928, se casa con María Baeza con quien tiene sus tres hijos: María Eugenia, Patricio y Paz. Mientras tanto Máximo ha regresado también a Chile, venía ahora con tres hijos, en San Juan había nacido Arturo, el tercero. La familia Jeria Gómez se radica en la capital y después en Talca donde nace Ángela Margarita, el 26 de agosto de 1926. Al poco tiempo Máximo debe viajar a Honduras para asumir como jefe de ventas de las máquinas de coser Singer. La familia queda en Santiago. Mientras Máximo sigue en el extranjero, su mujer enferma gravemente y, por un cáncer ya muy avanzado, muere en 1935. Manuel Rojas se hace cargo de los cuatro hijos de su amigo y se los lleva a vivir a su casa donde, junto a sus tres hijos, suma siete niños. Un año después le tocará a Manuel perder a su querida esposa y buscar refugio en la casa de Máximo, en la avenida Matucana. Ahí comenzaría una relación cercana y fraternal entre la descendencia de ambos, compartiendo numerosos momentos como las excursiones a la cordillera que Manuel acostumbraba hacer y a las que se sumaban también Alicia y Arturo, hermanos mayores de Ángela.

Máximo se volverá a casar y tendrá un quinto hijo que se llamará Máximo Manuel. A su vez su amigo había nombrado, a su único hijo varón, Patricio Máximo, perpetuando así una amistad que duraría más de cuarenta años, hasta la muerte de Máximo en 1964.

Poco después de su partida, Manuel lo recordó con estas palabras:

Fue mi amigo y mi compañero, lo quise mucho… [U]no de los hombres más finos que he conocido, de gran sensibilidad y de una cultura literaria bastante amplia. Gran conversador, oírle contar su vida era para mí un deleite… Jeria no era sólo un personaje; era, más que nada, un amigo. Ser noble e inteligente, buen amigo y compañero de algunos de mis años de juventud.

Apoye a la Fundación

Si usted tiene información o material sobre Manuel Rojas y quiere compartirlo o hacer una donación, por favor tome contacto con la Fundación. De antemano agradecemos su apoyo y generosidad.