Deshecha rosa

Written by Daniel Muñoz on .

Libro y Reseña

Primera edición : Babel – Santiago de Chile, 1940
Última edición : Ediciones LOM – Santiago de Chile, 1996

Reseña

Después de un largo silencio, la voz poética de Manuel Rojas surge nuevamente con este largo poema, que llevaría a declarar al severo crítico Alone que: «muchos olvidan, aunque tantas páginas de la novela (Hijo de ladrón) deberían recordarlo, al poeta que hay en Manuel Rojas, al hombre de imágenes leves, hábilmente deshechas, con su ritmo quebrado y sus rudezas nerudianas, mezcladas a pétalos impalpables».

Deshecha rosa expresa una inmensa ternura y una honda y viril delicadeza a raíz de la temprana muerte de María Baeza, su amada mujer y madre de sus tres hijos. Aquella experiencia vivida de la pérdida definitiva, han sumido al escritor en una soledad que constituye su estado original. Por eso el poema se inicia con un preciso autorretrato: construido con elementos de timidez y de urgencia, / de pasión y de silencio; una revisión sinóptica de su vida pasada: entre carpinteros de duras manos y tipógrafos de manos ágiles; y de las ciudades transitadas: sin lágrimas, con los zapatos destrozados, por las calles de Santiago y Buenos Aires; cultivando siempre una gran rosa ardiente.

Sigue el Canto II con el arribo casi mítico de ella: apretada e intacta / construida / con elementos de lentitud / y de ternura. Él va hacia su mujer, urgente y apasionado; ella viene a concluir la espera para encontrarse por fin en el tercer Canto, que detiene el ritmo de los anteriores, en una sola estrofa, y culmina en el primer terceto: fuiste mía y fui tuyo / en el oscuro pensamiento / de la noche. Luego el Canto IV introduce un tiempo que se extiende entre la belleza simple y la simple cotidianidad familiar. Aparece también el dato histórico que permite situar el poema (revoluciones, carabineros, estudiantes), y la intensidad lograda hasta el momento se diluye en la crítica social, interfiriendo el devenir y entregando la primera noción de caducidad: veíamos caer la tarde y nos / íbamos con ella, / conscientes de que / atardecíamos.

El Canto V trae el clímax lírico: Ahora, / desde el fondo de mi ser, / desde donde el aire se / transforma en sangre / y desde donde la sangre se / transforma en semen, para anunciar el final con el desgarro de la pérdida: tu recuerdo surge y me lame / como una dulce llama, / como una dulce lengua, / ¡oh, mujer mía! Hasta el desenlace del Canto VI donde aparece señoreando la muerte, para finalmente, en el Canto VII, retomar la idea de los hijos como tres abejorros, en los que «ella» pervive: mientras camino, con mi / gran rosa ardiente, / hacia donde tú estás con tu / deshecha rosa.

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