Hijo de ladrón / Novela gráfica

Hace un tiempo ya que Hijo de ladrón encontró una nueva vida, que Aniceto Hevia y sus personajes principales han saltado de las letras a las imágenes fijas de la novela gráfica. La destacada adaptación de Hijo de ladrón es el producto del gran oficio del guionista Christian Morales y del dibujante Luis «Beto» Martínez. El trabajo de ambos comenzó en el año 2012 y se convirtió el 2015 en un contundente volumen de 294 páginas, publicado por Ediciones Ocho Libros. La adaptación de la obra maestra de Manuel Rojas al lenguaje del cómic ha generado un renovado interés de jóvenes y adultos por su siempre vigente literatura.
El cómic Hijo de ladrón: La novela gráfica se presentó en las ferias del libro de Santiago y de Buenos Aires: con una gran acogida del público chileno y argentino. Aquí reproducimos el excelente prólogo del escritor chileno Ramón Diáz Eterovic y una entrevista a los autores Christian Morales y Luis Martínez, realizada por el colectivo de autogestión Ergocomics, que tiene por objeto difundir la narrativa gráfica chilena y latinoamericana.
Aniceto Hevia. La vigencia de un rebelde
Hijo de ladrón de Manuel Rojas se publicó el año 1951, y a despecho del tiempo transcurrido sigue siendo una de las novelas claves de la narrativa chilena y latinoamericana. Su aparición entregó a los lectores un personaje singular e inolvidable llamado Aniceto Hevia, y también marcó un quiebre en la manera de contar una historia en uso hasta entonces, incorporando técnicas narrativas novedosas y apropiadas para conocer la conciencia de su protagonista y los puntos de vista de los distintos personajes. Hijo de ladrón es una novela vigente y actual, tanto por la maestría de su factura, como por las ideas que recorren sus páginas y que nos hablan de la necesaria rebeldía en contra de todas aquellas restricciones que nos oprimen y limitan. Tal vez porque el mundo no ha cambiado tanto como creemos, en estos tiempos en que todo, hasta la solidaridad y la ética, son mercancías destinadas a cambiarse por dinero, las palabras de Manuel Rojas o de Aniceto Hevia resuenan con una indesmentible actualidad: “dame tiempo para mirar y quédate contando tu mercadería; dame tiempo para sentir y continúa con tu discurso; dame tiempo para escuchar y sigue leyendo las noticias del diario; dame tiempo para gozar del cielo, el mar y del viento y prosigue vendiendo tus quesos o tus preservativos; dame tiempo para vivir y muérete contando tu mercadería, convenciendo a los estúpidos de la bondad de tu programa de gobierno, leyendo tu diario o traficando con tus productos, siempre más baratos de lo que los pagas y de lo que los vendes”.
Hijo de ladrón es una novela que propone una formación ética; la del hombre que asume su libertad y que a pesar de las trampas que ponen las estructuras sociales en su camino, logra mantenerse fiel a su impulso natural de oponerse a todo tipo de injusticia, a todo orden social que implique el menoscabo del ser humano. Leer o releer sus páginas provoca unas ganas irrefrenables de salir a andar por los caminos, de cara al horizonte o junto al mar, respirando el aire que nos da vida sin otro límite que el cansancio de nuestros pasos. Pero este impulso no es solo una invitación a un viaje solitario para construir una vida en función de nuestros deseos sino que también una invitación a la solidaridad, a compartir el pan y los sueños con los hombres y mujeres que encontramos en el camino.
Manuel Rojas (1896-1973) fue un escritor que se hizo a pulso; un autodidacta de viejo cuño que construyó su amistad con la palabra escrita después de ejercer los oficios más rudos, marginales y mal pagados que se puedan imaginar. Un autor que escribió con la piel de su propia vida una épica del desamparo y de la libertad. Como él mismo lo dijo en Algo sobre mi experiencia literaria: “mi vida de niño y de adolescente fue agitada y como además conocí, andando por el mundo, muchos hombres que narraban, en un campamento, en una estación de ferrocarril, en una comisaría, sus historias y las ajenas, tenía un amplio repertorio de historias que podía contar a quien quisiera escucharlas o a quien me contara otras”. De ese conocimiento, al que estuvo atento desde su infancia, Manuel Rojas sacó los trazos y los colores que le permitieron crear a sus personajes, auténticos y vitales incluso en la desgracia o el abandono. Y como bien lo sintetiza el escritor Luis Enrique Délano en su ensayo “Nuestro Máximo Gorki”, Manuel Rojas fue un “escritor viril, sensible, desbordante de solidaridad humana y educado en las universidades de la vida”. Desde otra mirada, su hija Paz, señala en el artículo “Recuerdos de mi padre”: “Es difícil ser como él era. Más que un escritor, más que un profesor, fue un antropólogo en el amplio sentido de la palabra. Un hombre íntegro de estos tiempos”.
“Vean modo de comprar algo de comer”, dice el padre de Aniceto Hevia a sus hijos cuando se apronta a pasar una larga temporada en la cárcel y después de padecer la muerte de su esposa. Sin madre ni padre, Aniceto y sus tres hermanos comienzan a vivir la orfandad que los lanza desnudos a un mundo que apenas conocen. Es ese desamparo la herida que acompañará a Aniceto Hevia durante su existencia y a la que en todo instante busca sobreponerse. Y es el relato de su vida, tan similar a la de Hevia, lo que conmueve al lector de Hijo de ladrón y lo hace compartir sus andanzas con entusiasmo, tal vez porque todos somos un poco Aniceto Hevia y en algún momento descubrimos que el misterio de la vida está en resolver el desafío que media entre la resignación y la rebeldía. Y si eso se entiende, tal vez podemos decir junto a Aniceto: “de pronto terminó el muro y apareció el mar”. Palabras que acompañan a Hevia cuando sale de la cárcel y a partir de su aprendizaje errante se dispone a conquistar un lugar de paz en el mundo.
En Antología autobiográfica Manuel Rojas cuenta de sus dificultades para dar con el tono que deseaba para escribir la novela que lo haría famoso. “Si he de decir la verdad -cuenta-, no sabía exactamente lo que deseaba.
Solo pretendía aprovechar algunas experiencias propias y otras ajenas, describir seres y ambientes, expresar como pudiera, los sentimientos o las reflexiones que todo ello podía producir”. No obstante sus dudas, lo que logra Manuel Rojas es crear una novela singular y establecer una frontera o línea divisoria en la narrativa chilena. De ahí en adelante, los escritores locales no podían seguir surcando las aguas del criollismo y el naturalismo en boga hasta entonces. Con Hijo de ladrón nace una nueva forma de apropiarse de la realidad y un nuevo estilo para contarla. La intimidad y la conciencia de Aniceto Hevia eran algo a tener en cuenta, y para Manuel Rojas fue el inicio de un proyecto narrativo que se materializó en las novelas: Mejor que el vino, Sombras contra el muro y La oscura vida radiante. Con todas ellas, Manuel Rojas escribió con letras grandes su nombre en la narrativa chilena. Su obra fue traducida a otros idiomas, la crítica reconoció sus logros y sus lectores popularizaron sus creaciones. El año 1957 recibe el Premio Nacional de Literatura.
Manuel Rojas murió el 11 de marzo de 1973. A su despedida en el Cementerio General concurrieron numerosos escritores a dar testimonios de admiración por el autor de cuentos inolvidables como El vaso de leche, Laguna y El delincuente. Autores y personalidades de todas las estaturas y colores elogiaron la obra de Rojas y expresaron su pesar. De todos ellos, él que mejor expresó el sentir de quienes despedían al escritor y periodista, fue su amigo presidente de la República, Salvador Allende: “Chile, el pueblo, pierde a uno de sus más grandes escritores, y además, a un hombre extraordinariamente consecuente con sus ideas y principios. Novelista de prestigio internacional, supo destacar la vida del pueblo. Nos dio la lección de su propia existencia, hecha a golpe de esfuerzo; lo que narró lo vivió y vivió siempre junto a los humildes”.
Pasan los años. Hijo de ladrón continúa ganando lectores, atrayendo y conmoviendo a personas que siguen los derroteros de Aniceto Hevia, nuestro héroe popular que nos habla de un país con injusticias y miserias que persisten hasta la actualidad. Un personaje que sigue apelando a nuestra conciencia para que aceptemos el compromiso de recorrer un camino en el que siempre esté presente el deseo de vivir sin ataduras ni renuncios.
Hijo de ladrón: La novela gráfica, el libro que motiva estos apuntes, es otra forma de ingresar a la narrativa de Manuel Rojas. El cómic y la novela gráfica son formatos creativos de gran impacto en muchos lectores actuales, jóvenes y adultos, y se ha convertido en un medio privilegiado para el acceso a la lectura, y en algunos casos, como ocurre con la presente obra, un acercamiento a grandes novelas de la literatura chilena y universal. Sus autores, Christian Morales y Luis Martínez, asumieron con especial responsabilidad y talento el desafío de dar una renovada vida a la obra cumbre de Manuel Rojas. Los textos de Morales, responsable del guión y de la adaptación de la novela, siguen fielmente el hilo de la historia, y son el soporte adecuado para potenciar las elaboradas ilustraciones de Martínez, las que reproducen a la perfección el contexto urbano y social en el que se enmarcan las peripecias de Aniceto Hevia. Destaca la rigurosidad histórica del texto y las imágenes; la preocupación por los detalles de cada ambiente, y por las expresiones de los personajes cuando dan cuenta de sus vidas o del dolor que de pronto los embarga. El trabajo de Christian Morales y Luis Martínez, con el apoyo de Marco Herrera, condensa acertada y bellamente los principales episodios de Hijo de ladrón. Los autores entregan una obra que captará el interés de los lectores desde sus primeras viñetas, y que más allá de sus innegables méritos artísticos y literarios constituye un homenaje de alto y arduo vuelo creativo para un escritor imprescindible; y desde luego para una novela que hace tiempo rompió los límites del tiempo, las modas y el olvido.
Ramón Díaz Eterovic
Hijo de ladrón: El cómic ya no es lo mismo
Entrevista a los autores por Carlos Reyes / Colectivo Ergocomics
La adaptación es un arte. Se trata de tomar una obra anterior que debe des-construirse, desintegrarse para ser rearmada con el objetivo de surgir con una nueva vestidura, un nuevo cuerpo con leyes propias, a menudo muy distintas al hábitat original de la pieza original. Al mismo tiempo se espera que la obra así resultante, conserve algo o potencie parte del espíritu del marco generador y a la vez, sea capaz de transitar nuevos caminos gracias al trabajo del adaptador. La tarea se dificulta aún más cuando ciertas características de la obra original resisten su traspaso a otro escenario, o al menos lo dificultan. Este fue el complejo camino que el audiovisualista Christian Morales en guión y el pintor Luis Martínez (Beto) en dibujos, realizaron al adaptar una obra maestra de la literatura chilena: Hijo de ladrón de Manuel Rojas.
La adaptación a novela gráfica de Morales y Martínez siendo fiel a la obra original, ofrece por primera vez una mirada de Hijo de ladrón que nunca antes habíamos tenido. Da imágenes a la poderosa prosa de Rojas, pone en viñetas la vida y precariedades de Aniceto Hevia y a la prosa fragmentaria, el rompecabezas narrativo creado por nuestro gran escritor anarquista que se propuso contar la vida de su personaje, tal y como es: confusa, vital, intensa.
La cualidad fractal de la novela de Rojas se ha servido ahora del lenguaje de la historieta (con su elipsis a la base en cada una de sus viñeta) para volver a contarnos en una nueva vida la herida del Chile de Aniceto.
La herida inconmesurable
– Christian, hay en las adaptaciones dificultades que van desde “esto no se puede dejar fuera”, hasta a “esto tengo que resumirlo” ¿Qué te sucedió con Hijo de ladrón?
C.M.: Hubo que comprimir y despojar algunos pasajes del libro donde Aniceto se desviaba del punto de vista que tracé. Tener claro que lo esencial era la reconstrucción de la pertenencia, el pago de cuotas y la sanación del pulmón herido me facilitó mucho el trabajo de adaptación. Esas fueron las guías argumentales y narrativas que no perdí nunca de vista . Efectivamente, es complejo tomar la decisión de suprimir, acortar, variar y realizar el trasvasije a otro lenguaje, más aun cuando se trata de Rojas y de esta novela. A veces me veía entrampado en textos imposibles de cortar por el espesor literario y la profundidad que estos alcanzan…
– La herida, un texto potente del libro de Rojas les sirvió para dividir cada capítulo de la novela gráfica ¿Por qué tomaron esa decisión? ¿Qué había en juego?
C.M.: Hay dos cosas fundamentales que pasaron con La herida. La primera, me era imposible tocar el texto y adaptarlo. Es un pasaje de una potencia literaria inconmensurable. Me convencí que solo se puede leer en su formato de origen. Sacarle una coma o tratar de visualizarla en detalles, la modifica y destruye el cultivo simbólico. Es poesía narrativa en estado puro. Esto me hizo pensar mucho en como incorporarla. Releerla muchas veces, me permitió establecer la hipótesis sobre la existencia de otro tiempo más de los ya existentes en la novela: un espacio y un tiempo desde donde nos habla Manuel Rojas a la edad en que él escribió la novela. Por tanto, el tiempo presente de Aniceto, que coincide con la salida de la cárcel, es también un recuerdo. Por eso incorporé un encuentro entre Aniceto y Manuel Rojas en la caleta El Membrillo en una suerte de cameo. Estas dos páginas tienen un marco negro similar a las de inicio y al igual que el fondo del texto de La Herida demarcando esa unidad de tiempo “del no tiempo” como lo denomino. En segundo lugar, la herida tiene cuatro páginas lo que permitió dividirla en los cuatro capítulos propios de la novela, dando la sensación de que todo fluye dentro de ella, como si fuese un organismo en constante movimiento…
Un encuentro entre línea y espíritu
– Luis, tú eres pintor ¿Es este tu primer acercamiento al lenguaje de la historieta? ¿Te gusta este arte, lees algo de narrativa gráfica?
L.M.: Se podría decir que es mi primer acercamiento serio al lenguaje de la historieta o novela gráfica. Alguna vez me invitaron a participar de algunos experimentos. Creo que mi mayor acercamiento tenía más relación con la ilustración. Leo y veo historieta, antes más, eso sí. Últimamente reviso y estudio sobre algunos libros de novela gráfica, relacionándolos más con mi obra gráfica, aspectos compositivos y técnicos.
– Luis, tu dibujo del libro es un grafito vivo, suelto… orgánico ¿por qué escogiste ese estilo para dibujar Hijo de ladrón?
L.M.: En realidad no escogí ese estilo para dibujar la novela. Yo dibujo así, sólo que tuve que hacer un cierto acomodo en términos figurativos, de mayor reconocimientos de las formas y respetando ciertas cuestiones que tenían que ver con el lenguaje de la historieta y la novela, o sea, personajes, vistas, lugares, expresiones… pero el tipo de línea y otros elementos gráficos son parte de mi lenguaje natural de expresión gráfica, sólo adapté ciertas cuestiones al soporte.
– Me gusta que tu dibujo se deja ver en tanto dibujo a través de las líneas del boceto que dejas en cada viñeta…
L.M.: La idea era no moverme de mi estilo y al mismo tiempo que el dibujo tuviera una estrecha relación con el concepto de la novela, de la vida del personaje. Creo que fue un encuentro, entre la línea de trabajo y el espíritu de la historia, esa precariedad, ese vivir y contar con lo mínimo, sin efectos, de manera cruda, sucia y al mismo tiempo suelta, libre y fresca, donde la forma no esté sujeta a lo estricto de las formas. El boceto tiene esa frescura, ese primer esbozo que hace que el dibujo se sienta cerca, recién hecho.
– Tú estudiaste cine y TV ¿Influyó en algo el audiovisualista que eres en tu trabajo como guionista de historieta?
C.M.: Muchísimo. El guión está escrito como un guión técnico donde no solo existe el planteamiento dramático, también la descripción de cada viñeta definiendo tamaño de plano, angulaciones, sugerencias de movimientos de cámara, incluso ciertas necesidades lumínicas. Es un guión estructurado casi en 4 actos al que le incorporé más claramente la necesidad física y emocional del personaje, muy propio de la construcción dramática del cine narrativo… Tuve un lujo, un ramo que se llamó “lenguaje del cómic”. Allí me hice, y nos hicimos varios, lectores compulsivos. Es imposible no pensar el tremendo parentesco de estos dos lenguajes, naturalmente con las diferencias dadas por la materialidad del soporte.
– Se enfrentaron en este libro a una adaptación mayúscula, porque es sabido que la novela de Rojas es compleja ¿Cuáles fueron las mayores dificultades a la hora de trabajar con este texto fundamental?
L.M.: Con respecto al dibujo, creo que lo más complejo fue mantener a los personajes. Aun que eran referencias nada más, el tema de los contextos históricos y paisajes urbanos… contar con el dibujo lo que el guión decía a partir de lo complejo de la novela.
C.M.: Siempre estuvo la duda de si se entenderían los quiebres espaciales y temporales que utiliza Rojas en la novela. Al adaptarlo me di cuenta que tenía la posibilidad de la última viñeta de cada página y la primera de la siguiente. Jugamos mucho con eso. Por tanto continuabas con la narración o lisa y llanamente saltabas en el espacio tiempo. Es una estructura que el lector de cómic, no necesariamente el habitual, adquiere con facilidad. Por otra parte, el lector actual ya está acostumbrado a este tipo de transgresiones temporales, es mucho más educado en estos juegos. Leer esta novela en la actualidad no es lo mismo que hacerlo hace 20 años atrás. Tampoco tiene verba dicendi, lo que la hace dificultoso seguir la ubicación de la “voces” cuando Rojas las cede a los personajes. A veces no es Aniceto quien habla. Pero al visualizarlo, esto se solucionaba rápidamente. Lo más difícil fue romper con el prejuicio de que Hijo de ladrón es una tragedia de comienzo a fin.
– ¿Por qué ese prejuicio?
C.M.: Es producto de lo mal que lo hacen leer en los colegios. Ya el título tiene una carga negativa. El final es auspicioso, no feliz, pero esperanzador. La última página donde sale Aniceto en el centro junto a Cristian y el Filósofo, es el momento en que una sonrisa se le ve en la cara. Esto lo hicimos intencionalmente. Una simple raya en el rostro lo cambió todo y el lector lo ha entendido muy bien.
– ¿En algún momento del trabajo sintieron que no iba a resultar? ¿Que no iban lograr terminarlo?
C.M.: No, nunca se nos pasó por la cabeza no llegar a puerto. La constante duda era en como quedará: nos va mal o bien, no teníamos posibilidades intermedias: el cielo o el infierno. Pero trabajamos mucho y muy conscientes. Sabíamos el peso histórico y literario de esta novela y eso nos hacía más responsables de lo que estábamos haciendo entre lápiz y papel. Afortunadamente ha gustado y esos nos llena de ganas de continuar con las adaptaciones de Rojas. Pero como te comentaba en un comienzo, nada bueno se hace con poco trabajo.
L.M.: Para mí, al principio era una idea que me parecía muy compleja de realizar. Como yo no soy un dibujante de historieta y la novela es un clásico con un gran peso en la literatura chilena, pensaba que tal vez era mucho. Una vez que comenzamos, creo que costó un poco ponerse de acuerdo por yo vivir fuera, pero después agarramos ritmo de trabajo y de a poco se fue armando.
.
.
.
.
.
.
La tetralogía rojasiana
– Christian, tú has realizado una hermosa serie de documentales sobre la vida y obra de Manuel Rojas que te ha permitido verlo con perspectiva ¿Por qué es un personaje tan importante en la cultura chilena?
C.M.: Rojas es uno de los pocos autores que logra traspasar las barreras del ejercicio literario. Es un cronista muy lúcido de su tiempo, y en plena vigencia. Toda su obra se centra en aspectos de la condición humana, lo que lo hace universal. Más aun cuando a estos habitantes del mundo los pones en Chile, la mezcla cuaja: nosotros y nuestra idiosincrasia. Nada más porteño que recoger metales del mar para venderlos, comer y dormir, solamente para sobrellevar el día a día. Es un oficio muy practicado en Valparaíso hasta la fecha. Los conceptos de esta tetralogía son problemáticas sencillas pero difíciles para que quien las racionaliza sin practicarlas pero no para quien pone en marcha: la libertad, el amor libre, la libre opción política, el ser parte, la justicia y la inmanencia. Son derechos propios y adquiridos desde el día en que nacemos. No hay más que entender. Temas transcendentales de nuestra existencia. Los personajes de Rojas son chilenos como cualquiera de nosotros, llenos de afanes que desea poner en activo pero choca contra el sistema cada vez que se accionan, por que siempre hay que pagarle algo a alguien, por ejemplo. Me cuesta un poco hablar de todo lo que he descubierto a través de la lectura de este autor. Cada página es un pasaje nuevo donde la intensidad narrativa siempre está al servicio del contenido, por eso mi afirmación sobre traspasar las barreras del ejercicio literario. También te encuentras el Chile de la actualidad…
– Permítanme que hable de esto, pero el proyecto sufrió un golpe duro cuando a días de terminar, su compañero de ruta, Marco Herrera falleció ¿Qué pasó en ese momento? ¿Cómo se sintieron?
C.M.: Destrozados.
L.M.: Golpe duro, claro. No hay mucho para decir en realidad, son sensaciones muy complicadas, tristes.
C.M.: Somos un grupo grande de amigos que hemos sentido profundamente su ida. Era el mejor amigo de Beto y casi un hermano para mi. Éramos socios en los libros anteriores y teníamos muchos proyectos por hacer. Cuando lanzamos el libro en la FILSA se cumplían exactamente 14 días de su partida. Fue emotivo. Pero ya han pasado un par de meses y nos ha costado mucho aceptar que ya no está. Pero sigue dando vueltas y molestándonos como siempre lo hacía. Cuando Marco cae enfermo, había terminado el guión completo y Beto dibujaba todos los días originales. Marco tenía que adaptar algunos diálogos que me parecían “anticuados”. Comenzó a agravarse poco a poco, pero siempre teníamos la esperanza en su mejora. Tres semanas antes de entregar a la editorial, saqué una impresión para que nos pusiéramos a trabajar. Le habían dado de alta momentánea y estaba en casa. Nos sentamos a leerla y algunas cosas me sugirió , pero estaba agotado y se cansaba con facilidad. Solo recuerdo que cerró el libro y me dijo “Está la raja weón”. Unos días después entró al hospital para no salir nunca más. Lo más bello de todo es que cuando le dije que quería adaptar Hijo de ladrón, hace ya más de 4 años atrás, me contestó “siempre he querido hacer algo con eso y me puedo morir tranquilo”, malditas paradojas de la vida. Era su novela preferida.
– Sé que tienen un nuevo proyecto.
L.M.: Comenzaremos a trabajar en el segundo libro de la tetralogía: Sombras contra el muro. Eso significa que tenemos la gran tarea, por lo menos en 7 a 10 años de hacerla completa. Ya con todo eso, es más que suficiente. Hemos logrado un buen método y proceso de trabajo en conjunto, independiente que estemos separados geográficamente, pero Internet ha sido clave en todo esto. Lo más importante y que hemos discutido con varios autores de cómic y novelas gráficas, es el valor intrínseco que toma el tiempo que te demoras en: investigar, guionizar, adaptar, consultorías, asesores, bocetos, originales, definición de personajes…¡es un trabajo titánico! Esto el lector lo agradece. Ya hace un par años que hacer esto se ha, digamos, profesionalizado por completo. Es por eso la enorme calidad de las obras publicadas en estos pocos años: «1899, cuando los tiempos chocan», «Road Story», «Los años de Allende», «Santa María 1907» y varias más que dan cuenta de un posicionamiento categórico y de una necesidad lectora de este arte secuencial siempre mirado en menos. El cómic ya no es lo mismo.