Novelas
«Escribí poesías, porque un amigo me animó a que lo hiciera; cuentista, porque quise ganar, estando en muy mala situación económica, un premio en un concurso; novelista, porque ya no podía detenerme.»
Desde el relato breve, Manuel Rojas transita a la novela como un paso natural y lógico, donde el material literario proviene mayoritariamente de las experiencias de su propia vida. Primero en Lanchas en la Bahía, con tintes líricos que hablan de sus inicios en la literatura y luego en Hijo de Ladrón que inicia su tetralogía fundamental, completada por Mejor que El Vino; Sombras Contra el Muro y la Oscura Vida Radiante. Escritas y publicadas en un periodo de dos décadas, las cuatro novelas relatan la vida de su protagonista Aniceto Hevia –alter ego literario de su autor– desde su infancia hasta la edad madura.
Completan la producción novelística La Ciudad de los Césares, ejercicio de imaginación, no del todo logrado según el propio autor y Punta de Rieles, ágil, penetrante y humano contrapunto sicológico y vivencial entre seres socialmente distantes, pero hermanados en la degradación.
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Lanchas en la BahíaPrimera edición : 1932 Última edición : Editorial Zig-Zag - Santiago de Chile, 2012 ReseñaDesde las primeras líneas de Lanchas en la Bahía se puede distinguir el estilo que, años adelantado a su época, marcará la obra narrativa de Manuel Rojas. En esta, su primera novela de 1932, se pueden apreciar ya el uso diáfano y ágil de la dialógica de los personajes. No existe en ese momento un diálogo dramático marcado por la afectación de la narrativa chilena de entonces, sino que su profundidad se encuentra en la situación cotidiana que de pronto se mueve hacia lo insólito o sorprendente, pero dentro de los márgenes del puerto, la descripción descarnada de Valparaíso que pareciera someter a los hombres más allá de su encantada poesía. Está ahí la descripción poética de Rojas, pero también su naturalismo que hace ver las aceras oscuras del puerto, el insomnio vigilante que, más que un insomnio del mismo sueño, pareciera un relato onírico de las pesadillas del personaje. También se encuentra ya el monólogo interior, una conciencia que sobrepasa la mirada mundana del buitre y del cuidador de lanchones que encarna la soledad existencial del puerto. Se prefigura el famoso monólogo de Aniceto Hevia en Hijo de Ladrón sobre la herida, un monólogo que es el mismo Rojas caminando y abriendo la conciencia del lector, hacia la luz y hacia la sombra: un estilo que marcará, más allá del siglo XX, no sólo el panoroma de la literatura chilena. |
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La Ciudad de los CésaresPrimera edición : 1936 Última edición : Editorial Zig-Zag - Santiago de Chile, 2011 ReseñaLa Ciudad de los Césares, la novela fantástica de Rojas, está centrada en el mito de una ciudad inca perdida en La Patagonia. Novela que el mismo Rojas desdeñaba y criticaba, que no era de su gusto y que parece ajena a su producción literaria: no contenía una mirada sobre su propia vida, algo que es un componente central en su obra. Además, fue entregada por números, como folletines, lo que restó a su mirada una corrección mayor, característica de su trabajo como escritor, y que implicaba rozar cierta perfección, como algunos críticos refieren. Sobre ella, Manuel Rojas señala: La Ciudad de los Césares novela [que] está escrita a instancias de Carlos Silva Vildósola para publicarla como folletín en el diario El Mercurio. La escribí a medida que se publicaba, lo que impidió corregirla o rearmarla, a lo que se debe sin duda su irreparable mediocridad, y digo irreparable porque después procuré arreglarla y creo que quedó peor. Sin embargo, durante algunos años sirvió para el estudio del español en la Universidad de Stanton, California. Bien es cierto que el profesor que la publicó le hizo una vigorosa poda. Zig-Zag hizo después una segunda edición, dedicada ya francamente a los niños. No he sabido qué les parecerá a ellos… Sin embargo, La Ciudad de los Césares puede erguirse como una de las novelas de lo fantástico más leída en Chile, y quizás una de las pocas en el país que entronca el mito prehispánico con una alegoría sobre los pasos perdidos, a recorrer en la cultura chilena y latinoamericana. ¿Es La Ciudad de los Césares entonces una obra sobre la cual Rojas no debiera haberse arrepentido? Es una respuesta para el tiempo, pero no parece menor una obra que puede recrear en una misma lectura, la pasión de los adultos sobre la fantasía de la ciudad de oro perdida, y la maravilla para el lector adolescente de la aventura mágica. La Ciudad de los Césares ha sido reeditada en Chile permanentemente. Fue igualmente publicada en 1951 en Estados Unidos, por Roberto Benaglia y Grace Knopp, como un texto de base para el aprendizaje del español (ver Traducciones). |
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Hijo de LadrónPrimera edición : 1951 Última edición : Editorial Zig-Zag - Santiago de Chile, 2012 ReseñaHijo de Ladrón rompe y supera la tradición de corrientes como el Naturalismo, el Criollismo, el Realismo y todas las variantes narrativas que predominaban hasta ese momento en la literatura chilena y Latinoamericana. Su publicación, en 1951, se anticipa a otras obras rupturistas como Los Pasos Perdidos (1953) de Alejo Carpentier, Pedro Páramo (1954) de Juan Rulfo y es contemporánea de El Túnel (1948) de Ernesto Sábato y de El Señor Presidente (1943) del Premio Nobel guatemalteco, Miguel Ángel Asturias. Por ello, muchos críticos y estudiosos consideran a Manuel Rojas como pionero del llamado Boom Latinoamericano, movimiento que alcanzaría su mayor desarrollo en la década de los años 60 y 70. Hijo de Ladrón es antes que nada un punto de partida. Desde la perspectiva del proyecto de Manuel Rojas, es el lugar donde nace Aniceto Hevia, personaje cuya vida y derroteros continuarán narrándose en Mejor que El Vino, Sombras Contra el Muro y La Oscura Vida Radiante. Desde la perspectiva de la narración, es igualmente el señalamiento de un punto de partida, compuesto por dos elementos fundamentales. Primero, un lugar específico en la sociedad, marcado por condiciones materiales a su vez específicas. Luego, un relato íntimo, desde la conciencia de Aniceto Hevia, retrato del tránsito de sus afectos, de sus recuerdos de infancia, y del aprendizaje que va realizando en sucesivos encuentros con otros sujetos. Lo que comienza en Hijo de Ladrón es un sinfín de diálogos que van matizando aquellos dos elementos. La alusión a los sinos fatales del naturalismo, esa marca de nacimiento, es tensada por el deseo intenso que vemos en el movimiento permanente de Hevia. Y no es que el sujeto se imponga sobre la marca y la haga desaparecer. Al contrario, le da significado. El afecto cifrado en ese origen es el mismo que llevará al protagonista a formarse en una subjetividad que resiste la fatalidad impuesta, el mismo que logra apropiar ese margen, y en su retrato hacer una lectura crítica de la sociedad. El tránsito que empieza en Hijo de Ladrón abre un espacio que reinterpreta las preocupaciones de la literatura que la precede. Un punto de partida, tanto para la narración como para la lectura que invoca. |
Hijo de Ladrón / Traducciones
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Mejor que el VinoPrimera edición : 1958 Última edición : Ediciones LOM - Santiago de Chile, 2008 ReseñaLa segunda novela de la tetralogía de Aniceto Hevia se mueve por el territorio del desengaño. El juego en su título ya descoloca: siendo conocida, para la fecha de su publicación, tanto la prosa como la crítica social de Rojas, anticipa nuevas incursiones del personaje por los márgenes de la sociedad. De forma casi inmediata, el epígrafe del Cantar de los Cantares nos arroja en otra dirección: las caricias, el amor. Expectativas dislocadas que, sin embargo, en el desarrollo de la novela encuentran un cauce común. Se trata de tres incursiones en la vida normal, o mejor, normada, que intenta Aniceto Hevia, donde se entrelaza la inserción laboral con la vida en pareja. Tres incursiones que fracasan, pero donde el fracaso no se lo lleva el afecto, sino las formas que dicta una estructura social tan impositiva como es vacía de sentido. El desengaño que vive Hevia nace de la experiencia social del amor, donde las normas que lo circundan acaban por vaciarlo del sentido que invitaría a celebrarlo. Con todo, el título Mejor que El Vino no decepciona: la novela, como el libro bíblico, es una celebración del amor. Ocurre que aquí su retrato se hace por defecto, en la dislocación que impone su experiencia normada. De esta forma, la experiencia del desengaño tanto laboral como conyugal que cuenta la novela, vuelve sobre la idea de comunidad que conocimos en Hijo de Ladrón, como un momento de aprendizaje en el que se reafirma el afecto como centro y fundamento de esa otra comunidad posible. |
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Punta de RielesPrimera edición : 1960 Última edición : Editorial Zig-Zag - Santiago de Chile, 2011 Acceda a la versión ebook ReseñaPunta de Rieles, publicada en 1960, es una pausa notable del propósito auto impuesto de Manuel Rojas por sacar adelante su proyecto de una tetralogía novelística, iniciada con Hijo de Ladrón y que culmina con La Oscura Vida Radiante. Se dice que esta novela corresponde a ‘otro’ Rojas, debido a su alejamiento de los aspectos estrictamente autobiográficos como materia literaria, presente en las otras 4 novelas publicadas anteriormente. También porque incursiona en un ambiente social de la burguesía tradicional a la que pertenece y donde se desenvuelve unos de los dos protagonistas de la novela: Fernando Larraín Sanfuentes. La posibilidad de acceder a este ambiente, muy diferente al origen del escritor, se explica, en parte, por su propia biografía: sus años de matrimonio con Valérie López Edwards le habían permitido vincularse a la elite social chilena y conocer de cerca su forma de hablar y hasta sus desdichas. El otro protagonista, Romilio Llanca, está construido con rasgos más definidos y cercanos al autor, como al ambiente al que pertenece: un obrero campesino, más tarde carpintero, que emigra en busca de mejores horizontes, desde su caserío natal de la costa central de Chile, llamado Cáhuil y que el propio escritor frecuentó como lugar de vacaciones. Esta obra se distingue también por su estructura: relato contrapunteado que alterna el habla de uno y de otro protagonista, Larraín y Llanca, en un diálogo fluido, ágil y sincero que deja, al final del camino, a dos figuras, de condiciones sociales muy distintas, igualadas como dos vagones viejos y averiados estacionados al final de vías férreas paralelas. El propio autor señala que dicho recurso lo recogió de William Faulkner, específicamente de su novela Palmeras Salvajes, confirmando el reconocido aporte de Manuel Rojas a la modernización de la novelística chilena y latinoamericana. |
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Sombras Contra el MuroPrimera edición : 1964 Última edición : Editorial Zig-Zag - Santiago de Chile, 2012 ReseñaEl relato de Sombras Contra el Muro retoma al Aniceto Hevia de las últimas páginas de Hijo de Ladrón. De la comunidad de recolectores reunidos azarosamente en la caleta, Aniceto Hevia transita a una comunidad consciente de sí misma, formada en torno al ideario anarquista y un deseo intenso por prácticas colectivas que lo sostengan. El tránsito está marcado por un despertar intelectual, donde el personaje de Rojas se descubre fascinado con esas ideas, en gran medida retrato de lo que habían ya sido sus prácticas. A la vez, el tránsito que narra la novela es uno de geografía bastante significativa: del puerto, y del previo deambular, Hevia llega a la capital. Allí es donde ocurre la integración a esa comunidad libertaria, y en el proceso, la propia ciudad cambia de significado. Es otro Santiago el narrado, no solo por la representación de la marginalidad que alberga, sino por ser un Santiago siempre en el umbral de un suceso que cambiaría el orden de las cosas, el curso de la historia. En la novela el anarquismo, siendo idea y lenguaje, es también, y con toda intensidad, cuerpos vivos transformando una ciudad viva. No llega a concretarse en la narración un evento singular que cambie el curso de la historia. ¿Cómo podría haberlo, sin traicionarse, en una novela que tan bien lee la propia historia? La novela, en cambio, apuesta por la potencia de la comunidad formada, por efectiva ocupación, en el lenguaje y en la práctica, de ese otro espacio. |
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La Oscura Vida RadiantePrimera edición : 1971 Última edición : Ediciones LOM - Santiago de Chile, 2007 Acceda a la versión ebook ReseñaLa Oscura Vida Radiante, último volumen de la tetralogía de Aniceto Hevia, es la novela que de forma más directa narra el vínculo que ha existido a lo largo de toda la serie, entre la historia del personaje y esa historia de la experiencia social de la primera mitad del siglo XX chileno. La tetralogía de Aniceto Hevia concluye con un guiño a la realidad histórica. Guiño que no debe leerse como una renuncia a la individualidad de ese sujeto representado. Muy por el contrario, llega a recordar el modo particular en que su subjetividad se ha formado. En el encuentro y la permanente apertura a otros y lo otro, en la lectura y el reconocimiento de sí mismo en circunstancias siempre concretas, siempre arraigadas en la materialidad de una experiencia que es tanto del personaje, Aniceto Hevia, como lo es de ese lugar de la sociedad que en sus andares logra representar. Justamente porque vuelve a esa historia que trasciende la ficción, aunque La Oscura Vida Radiante termina -como toda buena ficción, que ha de terminar-, no concluye ni busca contener los problemas que presenta. Tanto como el relato vuelve a ocuparse de aquellas escenas iniciales de Hijo de Ladrón, vuelve también a la apertura. Acaba la ficción para abrir paso a lo que en ella se trazó de la realidad, abriendo así un espacio de trabajo, crítico y literario, que hasta hoy continúa. |